Día de playa y recuerdos del santuario


Llegó a Arica mi viejo perro amigo y compañero de universidad Mario Ernesto Ramón -también conocido como «Matute».- desde las frias tierras de Muerto Montt, para cumplir con su manda de ir a la Virgen de Las Peñas. La primera vez que yo fui en 1980 fue con él, cuando estábamos en segundo año de la universidad y después volvimos a hacer el extenuante viaje varias veces como por ejemplo esta en que me caí y casi me parto la cabeza.

No me acuerdo cuando fue la última vez, pero si que fuí con él. También he ido con la Pilar, con mi querida suegra, con el Tomás Jr. cuando era chico. En fin, he ido tantas veces que ya deberían haberme canonizado, pero ha pasado el tiempo y ya estoy viejito para esos trotes, dudo que vuelva a ir.

A estas horas ya deben ir caminando por la primera cuesta, va con la Martita por si le da un soponcio, les presté mi super linterna y se camina entre 3 y 6 horas dependiendo del estado físico. Generalmente se camina por la noche y se llega al amanecer, es un alivio enorme cuando va aclarando y se empieza a escuchar la música de las bandas.

Llegados al santuario los pecadores hacen una fila kilométrica para «saludar» a la virgen. Yo que estoy libre de todo pecado, nunca lo he hecho y me tiro a dormir a pierna suelta en el piso de la iglesia como lo hacen muchos otros peregrinos. Siempre me dicen que la Virgen me va a castigar, pero nada de eso, ella seguramente conoce la nobleza de mi alma y -por el contrario- siempre me ha traído puras cosas buenas.

Entonce viene lo bueno que es la vuelta, en el santuario no hay nada más que hacer así es que a eso de las 11 de la mañana se empieza a desandar el camino, al principio no es tan malo pero cuando empieza a picar el sol la caminata entre los cerros se convierte en una verdadera tortura, Allí es donde se pagan todos los pecados del año.

Deben ser entre 12 o 15 kilómetros a pie, no parece mucho pero el terreno es endiabladamente difícil, parece diseñado a propósito para accidentarse y maltratar cada músculo y coyontura del cuerpo. Las subidas y bajadas empinadas por los cerros hacen sufrir los músculos de los muslos y para que hablar los de la pantorrilla, esos que no usamos jamás excepto cuando vamos por esos lados. Hay que cruzar el río innumerables veces por puentes precarios, con lo que crece el peligro de dislocarse el pié. Después caminar un largo tramo entre piedras enormes, lo que supone un nuevo suplicio, esta vez para los tobillos. 

En fin, es una gran aventura pero extremadamente sacrificada. creo que yo pagué ya por todos mis escasos pecados, y con intereses, aunque Matute y la Martita son mucho más pecadores que yo, les quedan varios años para pagar la cuenta.

Como todas las veces que viene fuimos a la playa, yo solo me doy un playazo cuando viene el Matute, hacían unos años que no iba y todo estuvo muy bien, un día tibio y cálido, claro que yo no me animé a meterme al agua, ellos lo hicieron porque son pinguinos, comparado con Muerto Montt cualquier agua es templada.

En fin, espero que les vaya bien y vuelvan sin problemas, bendecidos ellos y sus amigos -como yo por ejemplo- creo que me lo merezco de sobra